
A principio de los años noventa, el grupo vasco Soziedad Alkohólika popularizó en los ambientes underground una canción bajo el título “Padre Black & Decker” que relataba la historia de un cura que estuvo a punto de ser linchado por los vecinos de su parroquia, una vez descubiertos los abusos sexuales a los que sometía a su monaguillo.
La pederastia dentro de la Iglesia católica viene aportando muchos titulares en periódicos de medio mundo, después de que se descubriera que el Papa Benedicto XVI, cuando era cardenal de Múnich, permitió que un sacerdote acusado de abusos volviese a trabajar con niños. Desde entonces, cada día salen nuevas historias de abusos que ponen entredicho la labor de Ratzinger en los años ochenta. Diferentes informaciones apuntan a que en su época de cardenal, Ratzinger habría encubierto a muchos sacerdotes que cuentan sus abusos por cientos, entre ellos el reverendo de Wisconsin (EEUU), que se calcula que entre 1950 y 1974 abusó de unos doscientos menores sordos.
En el estado español, la Iglesia ha gozado de unos privilegios heredados del nacionalcatolicismo que legó el régimen franquista, y que en muchos casos aún siguen en vigor. Aunque se define como un estado aconfesional, la verdad es que la Iglesia católica disfruta de evidentes privilegios, superiores a los de cualquier otra confesión religiosa o colectivo ciudadano, desde que en 1979 se firmara el concordato con la Santa Sede. Entre tales privilegios se cuentan la enseñanza de su doctrina en la Escuela Pública (incluyendo el control total de los trabajadores que imparten esa enseñanza), espacios gratuitos en radios y televisiones públicas, la casilla del IRPF, exención de impuestos, etc...
Lo que se ha conseguido con todo esto es que hoy la Iglesia se cree con derecho a influir en las decisiones que afectan a toda la ciudadanía (y no sólo a la parte creyente), sobre todo en reformas sociales que ha acometido o ha intentado acometer el gobierno, como la ley del aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo o hasta el uso del preservativo. Sus pretensiones intervencionistas se extienden incluso sobre las políticas económicas y de estado. La pérdida de papeles ha llegado al punto de que el Obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha llegado a decir barbaridades tales como que nuestra pobreza espiritual es peor que la tragedia producida por el terremoto de Haití.
En un estado moderno ninguna religión debería tener un papel relevante, ni el poder de influir en las decisiones gubernamentales. Un estado moderno debe ser un estado laico. La religión debe limitarse al ámbito privado (particular o colectivo) de las personas. En un estado laico debe existir total respeto al pensamiento de cada quien, y particularmente a las creencias religiosas, si se opta por tenerlas.
A todas estas, sigo esperando que esas miles de personas que se hacen llamar provida y que salen a la calle para gritar contra el aborto y por la salud de los niños, llegando a comparar la protección del lince ibérico con la de un pequeño humano, se manifiesten a favor de esos que vieron como un cura abusaba de ellos y les destrozaba la vida. Como decía la canción que antes nombrábamos, “ya ve señora,al loro si su hijo va a misa, porque esta especie abunda en la cristiandad…”