"Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario." Ernesto Che Guevara

lunes, 18 de enero de 2010

Cuando canta el gallo

El pasado sábado, podíamos leer en el periódico El Día una noticia que me sorprendía mucho. Parece ser, que una quincena de vecinos de la Urbanización Rubens Marichal en Barranco Hondo se quejaban de que no podía dormir por el ruido producido por los perros y los gallos que existen en un gallinero de un vecino cercano a la urbanización.

Comentando la noticia, averiguo de varios nuevos vecinos en Arafo o dentro del pueblo que también han denunciado a sus colindantes por las molestias ocacionadas por los gallos. Al parecer el canto de los gallos molesta tanto que esta gente no puede dormir y terminan hasta con problemas psicológicos.

Yo que ha vivido en un pueblo toda la vida, que me he criado entre animales de todo tipo, vivo cada vez más asombrado de la gente que se traslada de las ciudades a vivir a los pueblos en busca de tranquilidad, pero no miden las consecuencias de vivir en ese lugar.

En los pueblos tradicionalmente, todo el mundo tenía su gallinita, sus conejos o su cabra para el consumo de la familia. Era rara la persona que no contaba con alguno de estos animales en su casa. Con el desarrollo urbanístico y la planificación de las ciudades, cada vez es más difícil volver a esta vida tradicional, ya que el destino de las granjas y de este tipo de animales es el rústico. Pero, ¿qué pasa con el vecino que ha vivido toda su vida en el pueblo y que tiene su gallina o su cabra?, legalmente quizás tenga el deber de quitarlas, pero moralmente, ¿puede alguien que llega de una ciudad donde el silencio brilla por su ausencia exigir que las quite? Personalmente, creo que lo más lógico cuando uno llega a un lugar nuevo, es adaptarse a la gente y a las costumbres de este lugar, pero parece que ahora eso cada vez es más difícil.

Parece que en el futuro, cada vez será más difícil que nuestros hijos se crien con un perro, un gato o cualquier otro animal, en la sociedad moderna, las ciudades y los barrios periféricos cada vez están más pensados para ser solamente barrios residenciales o barrios dormitorios donde habitar lo menos posible, cada vez se conoce menos al vecino de al lado, cada vez somos menos humanos y menos sociables, pero hacia esa sociedad desraizada del lugar y menos preocupada por los problemas sociales actuales parece que nos dirigimos sin remedio.

En una sociedad que empieza a vivir de las denuncias cada vez más frecuentes porque el niño se cayó en el colegio, porque el gallo de al lado canta a cualquier hora o porque la vecina saca a pasear el perro de madrugada, pronto veremos como nos denunciar por estornudar en horario nocturno.

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